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Javier

Javier

Mi relato pretende dar cuenta de la experiencia que he sostenido participando en las organizaciones estudiantiles, tanto en el liceo como la universidad, visibilizando cómo la dinámica de las bases no siempre se sostiene en las cúpulas directivas, atentando directamente a la legitimidad de esos espacios, reflejando el utilitarismo de estos y motivándome a construir mi propio camino. Esta es mi historia, a mis 22 años.

En casa no se hablaba de política, por lo que nunca fue un espacio para la discusión, al menos de la que comenzaba a interesarme en el 2011. En ese momento pensaba muy distinto a como pienso ahora, antes yo creía que el pobre era pobre porque quería, así era como lo escuchaba en mi entorno familiar. Al no tener bases para desarrollar mi pensamiento político, tuve que ir explorando a través de la conversación con otros, o indagando por mi cuenta, para entender cómo las cosas funcionaban. Cuando entré al liceo comencé a dejar de lado compromisos familiares o personales por ir a las marchas, y eso fue generando cierta tensión en la casa, no les gustaba que yo fuera tan activo políticamente. A mi papá no le gustaba mucho lo que yo pensaba, lo que estaba leyendo o haciendo, en cambio mi mamá era la que me pedía que me cuide, eso era lo importante para ella; de hecho, hasta el día de hoy todavía me lo dice.

Entré al liceo en séptimo básico, a un liceo emblemático, lo que me abrió a un mundo muy distinto en todo sentido. Uno de los primeros hitos, antes de la formación política en sí, se fraguó en mis desplazamientos en la ciudad. Yo vivía cerca de la Villa Francia, entonces, para ir a estudiar tenía que pasar por ahí y veía los murales del día del joven combatiente, de los hermanos Vergara. Eso activó mi curiosidad y empecé a investigar quienes eran ellos a través de panfletos y foros online. Me enteré que habían sido parte del mismo liceo en el que estaba, entonces más me llamó la atención, quería conocer qué habían hecho. Cuando supe de que eran un siete en la escuela, un siete organizacionalmente, se transformaron en un bastión de lucha para mí, porque a ellos nadie los puede tachar de nada. Fueron mi referencia y fuente de sentido para partir.

Mis inicios políticos fueron en el liceo. Lo primero a lo que me enfrenté fue a una asamblea para irse a paro. Yo nunca había vivido un paro, no sabía como era la dinámica, pero de a poco comenzó mi formación política. Al principio tenía una participación más pasiva, iba a escuchar a las asambleas, trataba de entender de a poco. Me comencé a interesar cada vez más, y empecé a opinar, a investigar y a leer cada vez más. Mi liceo es conocido por su tradición política y por una participación muy activa de los estudiantes, así que fue un gran espacio para aprender. Cuando teníamos demandas como estudiantes frente al liceo, todos nos movilizábamos, el patio lleno, todos fuera de las salas, se veían esas ganas, ese interés, se veía un liceo entero yendo a la movilización. En ese contexto, cuando ya estaba en primero medio me empecé a involucrar de manera activa en organizaciones políticas dentro del liceo. Siempre fueron colectivo pequeños, nunca me interesó militar en organizaciones más grandes o de frentón en partidos políticos como las juventudes comunistas o las juventudes socialistas. Tenía, y tengo, conflictos de pensamiento y de actuar con esos espacios. En esa época, cada vez que hacíamos movilizaciones, esos grupos daban el hachazo por la espalda y nos traicionaban, entonces desde esa época decidí ir por el trabajo desde colectivos de base más pequeños. En ese momento me definía harto como anarquista.

Ya en la universidad, mi desconfianza con las lógicas militantes partidistas se incrementaron. Veías cómo le hacían el quite a los secundarios, quienes han sido los más movidos dentro del movimiento estudiantil. Faltaba colaborar con ellos, unir esfuerzos, pero lamentablemente no se daba porque en la política universitaria ganaba el reformismo, el institucionalismo, estaban más preocupados de sacar al tipo que estaba de presidente o de ganar el senado. Esa lógica más institucionalizada de la política estudiantil me decepciona. Como un estudiante clasista, porque así es como me defino, creo que necesito generar espacios de participación que no sean a través de los partidos grandes, tradicionales, porque voy a tener constantemente contradicciones con ellos, no sirve, entonces tengo que construir mi espacio como tal, construir con los compañeros y compañeras que pensamos y tengamos una línea política, no es un sectarismo como tal, porque igual estoy bastante abierto a organizarme con ciertas personas de distintas líneas políticas, pero sí saber que no tenemos que transar en ciertas cosas.