El primer dato que deben saber de mí es que soy activista por la inclusión de las mujeres y la equidad de género dentro del mundo de las Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas. Elegí luchar cada día para que en la educación exista una perspectiva de género dentro de estas áreas del conocimiento, y que de esta manera, más mujeres, niñas, adolescentes y disidencias puedan tener acceso a una educación de calidad, a más referentes y a un espacio seguro dentro de sus aulas. Mi objetivo es que no exista una limitante para cumplir los sueños y hacer lo que queramos realizar, que más mujeres, si así lo desean, puedan formarse como futuras científicas, y en consecuencia fomentar la curiosidad de estudiar aquello que siempre ha sido restringido y privado para nosotras. Por todo eso, interpelo al sistema educativo en general, y a la educación de las ciencias y las matemáticas en particular, que invalida el conocimiento de las mujeres solo por el hecho de ser mujeres. Denuncio la segregación, exclusión y la vulneración que han vivido históricamente mujeres científicas, desde la primera infancia en la escuela hasta el incluso cuando ya son parte del mundo de la academia.
Para comprender todos los aprendizajes que he desarrollado en el proceso de convertirme en la jóven activista que soy hoy en día, fue necesario reflexionar y mirar hacía mi pasado en retrospectiva. Mi entorno familiar en el que crecí fue clave, gracias a ellos tengo una mentalidad más progresista y abierta al cambio, a luchar por mi felicidad y crecer como una persona que no solo busca ayudarse a sí misma, sino con mayor razón ayudar a las y los demás que lo necesiten. En mi colegio me tocó asumir el papel de “la responsable” del curso, porque siempre fui considerada la matea, me iba bien pero cuando eso no pasaba, muchas veces me generaba una frustración de no poder cumplir con las expectativas que las demás personas depositaban en mí. Esa frustración tuve que trabajarla, y cuando lo hice pude aprender que siempre es bueno alzar la voz y preguntar cuando uno no entiende algo, que hay que aprender a apoyarse entre pares, dejar de ver al otro como competencia y empezar a entender de que no es sano estresarse por una calificación o por ser mejor. En este sentido, pedir ayuda a los demás, y en ocasiones cuando es necesario, una ayuda profesional, siempre es y será un acto de cariño hacia nosotros mismos, que nos permitirá comprender de mejor manera todo lo que vivimos o estamos viviendo. Nutrirse de estas herramientas me permitió llegar a un colectivo donde siento que pertenezco, donde ya no veo mi individualidad y celebro junto a las demás tanto los dolores como los logros, porque entendemos que avanzar juntas, es hacer un cambio.
En la vida uno siempre camina acompañada, incluso, cuando no nos damos cuenta. Mi familia ha sido fundamental para que yo pueda superar todos los procesos complicados y delicados, cuidando y entendiendo mis heridas y mis alegrías con amor y respeto. La vocación de servicio nace desde uno, pero puede estar motivada o destruida por personas que pueden llegar a ser un referente cuando estamos creciendo. Así recuerdo a mi profesora de Ciencias Naturales, como una persona icónica, que siempre intentaba interesarnos en sus clases enseñándonos creativamente. Mientras que por otro lado, recuerdo la figura machista de un profesor de matemáticas que hacía diferencias de enseñanza entre hombres y mujeres. Cuestionar esto a temprana edad me hace pensar que nunca estuve tan alejada de mi camino como activista y que en el colectivo al que pertenezco puedo realmente generar el cambio al enseñar y generar conciencia sobre esta realidad que quiero ver mejorada en las nuevas generaciones, para que así cada persona deje su huella, y que mientras pensemos en comunidad, vamos a poder generar algo hermoso.
Estar en un colectivo que tiene una perspectiva de género y que al mismo tiempo pueda vincular el área STEM, no solo como algo que estoy estudiando profesionalmente, sino como algo que pueda ayudar al resto en la vida cotidiana me resulta muy significativo. Cuando asumí la vocería con el pasar de los meses desde que entré a Tremendas, me tocó hablar en un panel de la ONU online y fue como “¡ahhhhhhhh!” estaba muerta de miedo, pero lo hice. Luego fui entendiendo más sobre lo que tenía que hacer la vocería dentro del área STEM, y además conociendo a todas mis compañeras, a cada una de sus vivencias que, de alguna manera, nos hacían empatizar al ser tan parecidas las historias unas con las otras. Aprendí tantas habilidades blandas, a poder hablar en las entrevistas, a conversar con otras organizaciones, y por sobre todo, a perder el miedo a hablar en público. Siempre he creído que para un activista es indispensable saber comunicar lo que se quiere decir, tanto con mis pares como con el exterior. Y todo eso nutre, al final aprender de mis compañeras, colaborar junto a ellas y empatizar con sus historias genera un vínculo importantísimo, que me permite expandir y plantar una semillita para que se hablen temas sobre el feminismo, sobre la equidad de género, y el respeto en todos los sentidos, sobre todo, en el mundo de las ciencias donde las mujeres hemos sido opacadas durante años. Avanzar pasito a pasito y decir: “okey, yo no me siento lista para decirle a todo el mundo que yo soy una sobreviviente, entonces por eso tenemos que hacer esto y esto”.