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Manuel: El origen de una voluntad.

Manuel: El origen de una voluntad.

Yo creo que de alguna u otra forma las vivencias de uno son lo que a uno lo motiva a hacerse activista de algo. Desde que tenía 16 o 17 años me surgió la idea de que “debería estar en algo”, hasta que cuando salí de cuarto medio pude mudarme de Curanilahue a Santiago con la intención de encontrar eso cuando estudiara allá, pero no fue así. Sentía que en ese espacio había una desmotivación muy grande, como que la gente no tenía esas ganas de organizarse en la Universidad  y eso me produjo cierto malestar porque yo quería estar en algo en lo que sintiera que aportara, pero en la U no existía esa posibilidad y eso me generaba una sensación extraña que hizo que mis ganas de querer organizarme se apagaran.  Eso me hizo replantear las cosas que quería hacer y cómo también podría sentirse alguien que estaba sintiendo lo que me pasaba a mí y pensé ¿cómo pueden luchar las personas que tienen una gran motivación y ganas de querer organizarse cuando en su alrededor existe un ambiente tan hostil y desmotivador? Ahí comprendí que el entorno se vuelve fundamental para convertirte en activista.

Cuando miro hacia atrás pienso en cómo empecé a organizarme. Primero, mucho más como simpatizante en el Grupo de Apoyo para Presos Políticos Mapuche, donde ví cómo eran sus formas de organización, sus diferentes lenguajes y discursos que de alguna forma no comprendía, los sentía ajenos, muy elaborados y alejados del vocabulario común de los demás, eso me hizo pensar en cómo quería hacer mi activismo y con el tiempo adopté mi propia manera de comunicar mi discurso y mis argumentos. Pero para lograr eso también tuve que aprender de mi paso por la universidad en Santiago, de no sentirme a gusto, de la diversidad de pensamientos, de los cuestionamientos a las formas de organización que existían, y sobre todo, aprender desde la desmotivación… a desaprender esos hábitos que no me parecían, a comprender y validar la lucha feminista en el año 2018 y sentir en el estallido social esa esperanza liberadora de que todo eso podía mejorar… Gracias al Colectivo de Antropología Popular al que pertenezco actualmente puedo poner en práctica todo aquello que aprendí y aprender constantemente de mis pares, a sentir que tengo amigos con los que comparto una lucha, de pasar de haber sido un simpatizante a tomar más responsabilidades dentro del colectivo, y sobre todo, sentir que para una lucha colectiva es súper importante el componente de contención, el componente de conocerse y apoyarse entre compañeros, que sin duda hace que uno se sienta parte de algo grande.

Nunca pensé que mi voluntad de querer organizarme tuviera un origen. Si bien crecí en una familia con una tendencia política más bien de izquierda ellos nunca me incentivaron, de alguna manera, a ser parte de algún partido político o algo parecido. Cuando fuí creciendo fui haciendo más preguntas a mi familia y poco a poco ellos me comentaron diferentes situaciones que vivieron durante la época de la dictadura militar en Chile, como por ejemplo el allanamiento de la casa de mis abuelos paternos o que mi mamá pertenecía a grupos bien politizados en ese tiempo. Tal vez llevo algo en la genética pero mi primera vinculación directa a una organización fue gracias a mi amiga y compañera de la universidad en Santiago cuando me invitó a participar en el Grupo de Apoyo para Presos Políticos Mapuche y todo lo que aprendí gracias a ellos. Si bien en mi paso por Santiago encontré más cuestionamientos a las organizaciones que una participación activa, sin duda forjaron mi mirada e iniciativa por saber qué era lo que realmente quería y también lo que no quería replicar. Esto me llevó a donde estoy, a pertenecer a un colectivo donde siento un sentido de pertenencia, donde me siento cómodo porque sé que puedo aprender de mis compañeros como también sé lo que yo les puedo aportar en este crecimiento tan bonito y holístico.

Desde los 16 o 17 años sentía la curiosidad de pertenecer a algo, de movilizarme. Lo logré de alguna manera cuando me mudé a estudiar a Santiago, al participar en el grupo de apoyo para presos políticos mapuche, pero ese fue mi primer acercamiento, ahí solo aprendí cómo eran sus formas de organización y comunicación, no cumplía un rol activo, sino más de observador. Pero cuando ingresé al Colectivo de Antropología Popular fue diferente, el ambiente era muy horizontal y poco a poco comencé a tomar más responsabilidades y a conocer y compartir con mucha cercanía con mis compañeros. Yo creo que pertenecer a una organización te permite trabajar por tus convicciones dentro de un grupo de apoyo y de confianza. De esa forma nos reconocemos como seres humanos que somos constantemente influidos a nivel personal por las estructuras opresivas (el capitalismo, colonialismo, patriarcado), y nos hace sentido porque vemos estas opresiones en nuestras experiencias y en las de nuestros compañeros, y las conversaciones no solo se quedan en lo que es racional o en lo teórico, sino en cómo nos afecta a cada uno de nosotrxs. Esto es importante y positivo para las organizaciones, ya que al valorar la dimensión emocional, el cómo nos hace sentir nuestro entorno más concreto como seres humanos, logramos que nos haga sentido nuestra lucha a un nivel mucho más real y profundo.