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Kvyenray

Kvyenray

Kvyen a sus 16 años se pregunta: ¿cómo utilizar la tecnología para generar espacios dónde niñeces y juventudes puedan vincularse con los pueblos originarios? e interpela a la sociedad adultocéntrica y colonizada que vivimos que no le da espacios a las niñeces y juventudes para aprender sobre pueblos originarios y no los considera como sujetos políticos ni de derechos ni capaces de tomar decisiones políticas. Su interés es contribuir a la transformación social de jóvenes para jóvenes para niñeces y juventudes.

Kvyen habla de su familia, de su madre, de su abuela, que le enseñaron la importancia de su cultura, a pedir permiso antes de sacar una flor del suelo, antes de meterse al bosque, a no molestar al mar o sino el mar se lo iba a tragar, el respeto por la naturaleza. Con respecto a la programación, Kvyen reconoce a sus profesores de tecnología, de computación; participó de un taller de robótica y aprendió a programar robots a través del computador. De su tía aprendió el trabajo con organizaciones porque ella es fundadora de la Coordinadora Nacional de Mujeres de Pueblos Originarios donde Kvyen participa en las áreas tecnológicas y como moderador cuando hacen conversatorios. Wechekeche es como la hija de la Coordinadora, aunque la Coordinadora ve género y Wechekeche ve medioambiente, están vinculadas y trabajan en conjunto. Dentro de Wechekeche tuvieron que aprender a trabajar de forma colaborativa, ya que según Kvvyen “los indígenas prefieren trabajar individualmente porque sienten que el otro se va a aprovechar de ti”, también aprendieron a dividirse las tareas, ser responsables, tener interés, con el tiempo han aprendido a editar imágenes y videos, su prima les enseñó a utilizar editores de contenido para redes sociales. Trabajan online, porque viven lejos unas de otras dentro de la misma ciudad y otras viven en otras regiones del país. 

A Kvyen le hicieron bullying por ser mapuche, un compañero haitiano le decía “¡eres un mapuche quema camiones!” y sus compañeros se reían. Tenía doce años cuando le revisaron la mochila en busca de fósforos. Los demás profesores decían que Kvyen era un caso especial, que se llevaba mal con sus compañeros y no sabían por qué, hasta que un día Kvyen golpeó a uno de ellos. A él lo echaron y Kvyen terminó cambiándose de colegio. Pasó por tres colegios antes de volver al mismo, aunque no volvió al mismo curso. En su curso actual Kvyen izó la bandera mapuche en su sala y nadie la sacó de ahí, asistió todo el año con sus chagüay, enormes y sonantes, y nadie le dijo nada. “¿Cómo los mapuche vamos a hacer un incendio forestal? Si eso a la ñuke mapu le duele” dice Kvyen, pero ahora sí lleva fósforos en la mochila.

Durante diciembre Kvyen estuvo trabajando en la semana de talleres indígenas en AMUJI, en conjunto con la Coordinadora Nacional de Mujeres de Pueblos Originarios y Wechekeche ka Itrofillmongen. Serán talleres virtuales y participativos, con contenidos relacionados con pueblos originarios, derecho indígena, plantas medicinales, acuerdos internacionales de medioambiente. Están orientados a niñas desde los doce hasta los diecinueve años y no tienes que necesariamente ser de AMUJI, pero sí tener permiso de los directores de AMUJI. Los talleres no son remunerados, como muchas organizaciones sobreviven ante la falta de recursos con sus propios medios, de sus propios bolsillos. Sin embargo, después de la semana de talleres con AMUJI durante enero, la relación entre la directiva no está en un buen momento y Kvyen se encuentra reprogramando los talleres y ya ha pensado en los aprendizajes que esto le ha dejado: planificar las actividades con mayor anticipación, no durante las vacaciones, conseguir auspicios y buscar organizaciones que tengan un verdadero interés en trabajar con pueblos originarios.

Su aplicación KüMente es un juego de palabras entre küme (bien en mapuzugun) y mente (en español). Realizó la versión beta para participar en la competencia de programación nacional, pero no quedó, “a nadie le interesa la salud mental en Chile”, me comenta Kvyen; participó en la competencia nacional de Tecnovation, tampoco quedó. La gente empezó a ponerle trabas, le decían: “cómo vai a hacer para las medicinas naturales, te hace falta la cuestión del SERNAC, debes tener la aprobación de las farmacias”, pero Kvyen no pretende poner una pastilla en la mano de alguien, la aplicación incluye actividades, juegos, recetas de cocina, música, y si después de eso aún te sientes mal, la aplicación te explica cómo hacer un té con una planta medicinal para sentirte mejor. Ahora Kvyen ha incorporado un Marketplace, que pueda conectar a una persona vendedora de plantas, con quien quiera comprar una. También puede conectar con una persona profesional para una atención directa a quien lo necesite. Kvyen está aprovechando la oportunidad para trabajarla como página web y tiene una versión para menores de trece años fácil de entender, con un menú básico y colores.