Muchas veces me pregunté ¿Cómo vivirías si no tuvieras miedo? ¿Elegirías los mismos lugares, vínculos, momentos? ¿Elegirías las mismas compañías, experiencias, sensaciones? ¿Sentirías como sientes? ¿Quién serías si no tuvieras miedo?
El día de hoy lamento haber tenido tanto miedo, a dar mi opinión, a levantar la mano en clases para dar la respuesta que el profesor estaba buscando incluso si desconfiaba que fuese la respuesta correcta, a participar más fuertemente en la política universitaria, a haber tomado decisiones tan tarde en mi vida por culpa de la sociedad patriarcal y machista en la que vivimos, que restringe las posibilidades y las libertades de las mujeres, para hacer lo que ellas deseen. Esas restricciones vienen incluso desde antes del nacimiento, con esa obsesión que tienen las personas por saber si serás hombre o mujer, hecho que cambia la concepción sobre ese ser humano.
A pesar de que no me identificaba como feminista, seguía a través de mis redes sociales a algunas organizaciones a la Coordinadora 8M. Desde la Universidad que tenía interés por los temas políticos pero jamás me pensé una feminista. En febrero del 2021, en tiempo de pandemia, post Estallido y yo en medio de una crisis producto de una relación tóxica, fui a una reunión del Comité de Salud de la Coordinadora, como preparación para el Encuentro Plurinacional de las y les que Luchan. Ese fue mi primer acercamiento, y en ese momento de quiebre, me aferré a la Coordinadora y al feminismo. Sentí que no estaba sola y la Coordinadora fue un espacio de apoyo y de reflexión muy bonito. En ese sentido, el feminismo te libera, gracias a la sororidad y la empatía con otras mujeres y además te entrega una conciencia y una perspectiva temporal sobre la lucha, que es permanente y no sólo para cambiar tu propia realidad, de manera individual, sino que es una lucha colectiva, para cambiar la realidad de las futuras mujeres.
La Coordinadora fue una instancia en la cual me di cuenta de varias cosas acerca de estas relaciones tóxicas, de las masculinidades hegemónicas y de la sexualidad. Yo ya me había interesado por la sexualidad, cuando participé en unos talleres realizados por Vulva Furiosa, donde otras mujeres y yo descubrimos la autogestión del placer y lo conceptualizamos como un acto político, feminista y revolucionario. Descubrir la sexualidad con una misma es algo que te empodera. Me di cuenta de que no había tenido ninguna educación sexual, entonces me hizo sentido que mis amigas feministas participaran de esos espacios. Entonces empecé a ir a reuniones de la Coordinadora y a leer, fue entonces cuando di con una frase que me gustó mucho y que me hizo sentido, que decía “qué difícil autodenominarse feminista habiendo sido criada en las bases del patriarcado” de Tamara Tenenbaum, en el libro El fin del amor: querer y coger en el siglo XXI, y pensé que eso era justamente lo que me había sucedido.
En general, el trabajo en la Coordinadora consiste en reuniones periódicas una vez al mes o cada tres semanas y dependiendo de la contingencia nacional es que se organizan jornadas de reflexión, de planificación y/o autocuidado, así como diferentes acciones. Además, hay que asistir a las plenarias de la Coordinadora, donde se deciden las próximas actividades y se discuten las definiciones y posturas políticas de la organización. El comité de salud en el que participo discutimos sobre el sistema de salud y de cuidados que queremos, cómo se conforma un sistema que garantice la salud como un derecho básico, con acceso universal e igualitario, con una perspectiva feminista, plurinacional y que incluya a las disidencias sexo-genéricas. También se realizan actividades en los territorios, de manera autogestionadas y recurriendo a las redes que cada una de nosotras tiene, por ejemplo, talleres de salud en cárceles, y en las marchas nos organizamos de manera voluntaria para la organización de un punto de salud. La Coordinadora es toda una gran máquina que funciona al alero de la voluntad de las compañeras. A mitad de camino de mi activismo en el feminismo es que me decidí por mi militancia política y aunque al principio temía que me enjuiciaran, mis compañeras lo han aceptado bien. Sin embargo, creo que no podemos perder la perspectiva de la gente que no milita, la organización de la calle y los movimientos sociales que tienen líneas similares a los planteamientos del partido.