Acabo de despedirme de Mollfvnray, mi nieta mayor. Se fue de la casa a no sé qué actividad política. Esta niñita es igual a su mamá, la Yeka, que trabaja con gente y organizaciones mapuche y anda peleando por los indígenas. Se van y yo me quedo con el alma en un hilo pensando en que les puede pasar algo. Es que la cosa está tan peligrosa y hay tanta gente que habla mal de los mapuche en este país, que es para estar con miedo por mis niñas. Antes de irse me abrazó y me dijo “Rumi, estése tranquilita, no ando en nada malo, nos vamos a juntar con las chiquillas de la organización, vamos ir a un encuentro con otros jóvenes para ver unos temas del medio ambiente y los indígenas. ¿Ve? Nada malo”.
La escuchaba y seguía con el nudo en el estómago. Mollfvnray como que sintió mi nudo porque me tomó la mano y me dijo: “Yo sé Rumi que a usted le da miedo que ande en esto, pero ¿sabe Rumi?, algún día esto tiene que cambiar, no puede ser que la sociedad chilena nos trate como delincuentes sólo por ser mapuche y jóvenes. Hacemos todo esto para que la sociedad entienda que no hay nada malo en nosotras sólo porque hacemos visible nuestra diferencia, nuestra cultura y conocimiento, nuestra lengua y nuestro territorio”.
El otro día Mollfvnray me preguntaba de su abuelo mapuche, el papá de mis niños. Quería saber si yo lo había escuchado alguna vez hablar en mapuzungun, y la verdad es que no me acuerdo de haberlo oído. Como que le daba vergüenza. Por eso mis niños no aprendieron. Pero la Yeka, su mamá, lo aprendió de tanto ir a wallmapu con su marido y los niños.
Cuando nació la Mollfvnray, con la Yeka se quedaron viviendo aquí conmigo en Puente Alto porque así yo se la veía y ella podía estudiar tranquila. Se iban los fines de semana a la casa del papá en Quinta Normal para estar con él también. Estuvieron así hasta que la niña tenía como 10 años y la Yeka terminó derecho. Era una vida muy sacrificada porque mi hija además de trabajar y estudiar, empezó a ayudar a las familias de la comunidad del sur a ver unas cosas legales para recuperar sus tierras. La Yeka se metió harto en cuestiones mapuche, en especial después que se muere su marido. Acá en Puente Alto armaron una agrupación de mujeres, la Newen Wakolda. Eran bien activas, se juntaban con mujeres de otras regiones y viajaban a distintas partes del país. Ahí andaba la Yeka con sus dos cabros. Por eso la Mollfvnray es así. Como que de chiquita aprendió de su mamá y todas las chiquillas de la Newen Wakolda.
Vamos a presentar en un encuentro sobre el acuerdo de Escazú y jóvenes activistas. Nos pidieron que habláramos sobre nuestra organización. Lo que queremos transmitir es que somos una organización de jóvenes mapuche que luchamos por la biodiversidad, pero nuestro enfoque no es sólo medio ambiente, es más que eso, porque nosotras somos primero mapuche y luego vienen todas las demás luchas y el ser joven. La preocupación por la biodiversidad surge porque nuestro saberes y cosmovisión mapuche están en relación estrecha con la naturaleza, no somos algo separado, somos naturaleza. Queremos dejar claro que nuestro interés por Escazú es más bien una demanda para que se reconozca el papel que tenemos los indígenas en las luchas por justicia ambiental en América Latina, y el aporte que podemos hacer para revertir la crisis en la que estamos. Ese fue el primer motor para crear la organización, el segundo fue ofrecer un espacio de desarrollo y participación para jóvenes mapuche de todo el país y todos los territorios. Buscamos la protección de niños y niñas, y el fortalecimiento de sus identidades mapuche con un horizonte de respeto entre personas, territorios y con el medio ambiente.
Con este tiempo de mucha vinculación con otras organizaciones y jóvenes que activan en ellas, nos dimos cuenta de que tenemos otra tarea: revertir los prejuicios y estereotipos que muchos de ellos tienen sobre lo que es ser indígena, algunos dicen que es “bonita su cultura”, “bonita su lengua”, como si sólo fuéramos eso; otros dicen que somos “valiosos porque enriquecen la identidad nacional”. Nos sorprende el discurso un poco vacío sobre “inclusión y diversidad” que encontramos en reuniones o asambleas, pero que a la hora de participar de talleres para aprender de nosotras, de nuestras experiencias y proyectos, la ausencia y el desinterés es algo que se repite. Tenemos tanto por hacer. ¿Cómo logramos que la sociedad chilena y nuestros compañeres nos comprendan como sujetos políticos completos, sin separar nuestra cultura, territorio, conocimiento, idioma y ancestros?