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Chilito. Espíritu adolescente

Chilito. Espíritu adolescente

Son las 7 de la mañana y ya estoy cagao’ de hambre. Llevo unas horas despierto pero recién empezó mi turno en la Papelera de Puente Alto. Tengo que esperar al menos hasta las 8 para que nos den la colación. Veo de lejos a mis compañeros haciendo la fila para recibir una marraqueta con un pedazo de carne y queso derretido. Luego nos sentamos en una mesa larga donde casi nadie conversa con el otro. Todos los viejos con la cabeza gacha mirando el celular. A veces me da pena porque siento que ya no van a cambiar y otras veces me doy pena yo, porque tampoco quiero terminar así.  A mis cortos 24 años miro a mis compañeros desmotivados, con cara larga, cuál de todos más enfermo que el otro, con más problemas en las casas o con más caña los fines de semana. Pero a ninguno lo veo luchando, a ninguno lo veo cambiando su realidad. A ratos me pregunto de dónde me viene esta forma de ver la vida. A veces le echo la culpa a que soy de signo Leo con ascendencia en Piscis, un poquito llevado a mis ideas pero con un espíritu soñador. Otras veces a mis propias vivencias, a crecer y críarme solo con mi hermano, mientras mi madre soltera trabajaba todo el día para entregarnos una vida digna. Desde chico pude ver la realidad que golpeaba a la gente. Una realidad que me rehúso a vivir, pero que de alguna forma me intenta alcanzar a diario, cuando recuerdo que tengo que pagar mis estudios de Trabajo Social que tuve que congelar, o cuando simplemente llamamos “gustitos” a necesidades que son básicas. Pero ese espíritu soñador quiero que se quede conmigo, porque cuando era tan solo un adolescente sentía que podría haber un cambio.

Cuando iba en primero medio fui a mi primera marcha. Iba a un colegio municipal de Puente Alto. Un día de invierno los cabros de cuarto medio estaban en la puerta del colegio invitando a una convocatoria en Plaza Dignidad. Nos decían: “cabros, súmense, hay marcha estudiantil, ¿quién quiere ir?” y ahí yo sin saber mucho del tema les dije: “ya, vamos, que tanto”, y claro, no sabía todo lo que me esperaba. Nos fuimos en la micro hasta la convocatoria. Ahí los compas más grandes nos enseñaban diferentes cantos y gritos para la marcha, pero sobre todo, nos decían: “chiquillos, cualquier duda que tengan o si se ven en una situación de peligro, nos buscan al tiro”. Eso igual me llamó la atención, ya que de alguna u otra forma, ellos nos intentaban cuidar. Yo nunca antes había ido a una marcha así que igual estaba medio ansioso, pero una vez que llegué al lugar me di cuenta que el ambiente era la raja’. Nos tuvimos que bajar antes de la micro porque estaba totalmente repleto de gente. Se escuchaban las batucadas y cuando uno caminaba podía encontrar distintos tipos de folletos en el piso sobre causa mapuche, salud, matrimonio igualitario, inclusión, pensiones, y por sobre todo, de educación. Nosotros íbamos con todos los cabros del colegio, conociéndonos, cantando y pasándola bien. Pero luego vino la represión y ahí es cuando uno se da cuenta que es bien peligroso protestar en este país. No es cualquier weá. Siento que ese fue mi primer despertar.

Cuando pasé a segundo medio empecé a comprender mucho más la reivindicación del movimiento estudiantil a nivel nacional, y en consecuencia, a analizar mi propia realidad. Mi colegio era bastante humilde. Ni bueno, ni malo, era regular. Sin embargo, tenía muchas deficiencias a nivel educativo. Por ejemplo, no contábamos con un equipamiento necesario para hacer talleres de deporte, jamás tuvimos artefactos para realizar un laboratorio en Química, algún proyecto en Física o crear algo novedoso en Tecnología. Nos decían “allá arriba la realidad es diferente, la Química se enseña de manera distinta, allá se hace Educación Física en canchas con pasto, el básquet en una cancha de básquet”. Y uno reflexiona eso y queda con la sensación de “chuta, somos caleta aquí pero las lucas no están aquí”, uno se pregunta por qué allá si se invierte en educación y en nosotros no. Y así uno se empieza a dar cuenta que está muy mal y desigual el sistema educacional. Nosotros incluso teníamos problemas de salubridad, uno de los problemas principales del colegio eran las palomas, ya que estaba ubicado al lado de El Molino de Puente, entonces las palomas iban a comer y a dormir en el entretecho. El techo ya estaba tapizado de caca de paloma, y eso escurría muchas veces por las paredes. En verano el olor era insoportable mientras que en invierno, debido a la lluvia, era aún más notorio. Nosotros les decíamos: “adultos, hagan algo”, pero no pescaban demandas tan básicas como tener un espacio más digno donde educarnos. Llegó un minuto en que se acumularon tantas demandas que esto motivó a que el centro de alumnos del colegio propusiera tomarse el colegio. Así que invitaron a varios cabros y cabras, y más a quienes el año anterior habían participado de las marchas y convocatorias activamente, así que yo fui unos de los primeros en decirles: “ya cabros, yo apaño”.

Es increíble pensar que nunca había ido a una marcha y que más tarde terminaría liderando una. La participación en las movilizaciones estudiantiles se basa en la cooperación, en la hermandad y en el compromiso con lo que se desea lograr. El aguante de ser joven y arriesgarse a los cambios es único, no lo tienen los niños, los adultos o las personas mayores, lo tienen las y los jóvenes y eso se ha visto reflejado, incluso, en las últimas movilizaciones sociales del país. El compromiso de generar actividades para los demás, crear lienzos, aprender cánticos, generar talleres de todo tipo, aprender a vivir en comunidad y en colaboración genera un aprendizaje constante, que nos ayuda a ceder ante el prejuicio y a no conformarnos con respuestas adulto-centristas que no permiten hacernos crecer y generar los cambios que queremos ver en la sociedad. El aprendizaje que me dejó ser activista es que la colectividad y el actuar en cooperación siempre es fundamental, nunca nadie va a sobrar. El apoyo de quienes tienen mayor experiencia te brinda un sin fin de oportunidades que en un futuro podrías replicar. Y entender los contextos sociales de las personas te harán encontrar respuestas de por qué este país es como es, por qué algunos se conforman con lo que tienen o carecen de conciencia social.