Escribimos esta historia con Antonia en los últimos días de la toma que mantuvo durante ocho meses junto a sus compañeros de la Asamblea. Un tiempo duro y de mucho aprendizaje. Un tiempo que se logró sostener gracias a la convicción de luchar contra toda opresión, y a la solidaridad que une y caracteriza a su organización. Dirigimos esta historia a las personas que han dado vida a todo sistema basado en el capitalismo, el patriarcado, el colonialismo y el extractivismo.
Los inicios de su vida activista están estrechamente conectados con la madre, a quien, en todos sus 17 años de vida, ha visto y acompañado en diversos espacios de participación política feminista. Los recuerdos le traen asambleas de la organización en que su mamá participaba cuando ella cursaba séptimo u octavo básico. Le llamaba mucho la atención la convivencia muy fraternal entre las compañeras. Sin embargo, también recuerda que le parecía muy aburrido, en especial la forma burocrática en que llevaban las asambleas. Entre la secretaria de actas, la presidenta, la toma de manos, las reuniones de horas y horas con tablas extremadamente específicas, y cosas muy cuadradas. Había veces en que se tenía que votar y no había quórum. Muchas buenas ideas se perdieron por no haber quorum. A Antonia le gustaba ir a las marchas, pintar cartelitos, lienzos, llevar los lienzos, gritar en las marchas. En las asambleas, en cambio, se sentaba calladita en la esquina.
En el colegio, algo que Antonia disfrutaba mucho eran los debates en clases de historia, lenguaje o filosofía, durante toda la enseñanza media. Cree que todo eso le ayudó a formarse como una persona comprometida con todo lo que emprende. Los debates le exigían investigar en profundidad el tema que correspondiera. Admite que su fuerte siempre fue el feminismo, todo lo que tenía que ver con aborto, con relaciones patriarcales, con la posición de las mujeres, con defender el feminismo como un movimiento. Recuerda también una discusión con el profesor de filosofía, que decía que en el neoliberalismo permite que todos tengamos las zapatillas que queremos. Que si todo fuera igual para todos no podríamos. Antonia se sintió interpeleda, no podía dejarlo pasar, entonces le respondió: “bueno, la diversidad es para quien tiene dinero para comprarla”, el profe no respondió. Ese tipo de discusiones en los debates le daban seguridad. Con el tiempo mira esas experiencias como una autoformación inicial y personal en la política.
A partir del día que conoció a la Asamblea, comenzó a involucrarse y a aprender muchísimo. A la primera asamblea que asistió pudo conocer por primera vez una toma de colegio. Los protocolos de entrada y la organización llamaron su atención. No podían entrar plumones, había una planificación de actividades y era un ambiente muy ameno. Empezó a ir a las asambleas, actividades, movilizaciones. De a poco asumió más responsabilidades, sobre todo en la comisión de género. Se hizo cargo de propuestas, talleres, de transmisiones en vivo, de minutas que sacaban y divulgaban. Se sentía escuchada y validada por les compañeres. Todo eso permitió que asumiera la vocería de la Asamblea y que la articulara con 40 o 50 colectivos o agrupaciones ligadas a la defensa de DDHH, de reparación, no repetición y verdad. Crearon comunidad, y siente que ha sido su mejor escuela. Aprendieron a vivir en comunidad, a acompañarse y ser buenas personas. Antonia hizo aprendizajes que jamás había imaginado.